Hicieron folletos con
ilustraciones idílicas: imágenes de edificios rodeados de jardines edénicos y
frondosos árboles, bajo los que paseaba una pareja feliz con sus dos niños
–chico y chica- sonrosados, mientras observaban su casa bajo un cielo muy azul
en el que se atisbaba un futuro de ensueño, repleto de armonía y clorofila.
Luego, con la crisis, muchos de aquellos sueños sólo quedaron en tristes
esqueletos grises de hormigón, ya inacabados, y en juicios y encarcelamientos
para promotores sin escrúpulos y alcaldes untados que recalificaron terrenos en barbecho y principios éticos en erial.
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