(Fotografía de Alberto Sánchez y de su hijo Alcaén)
En
“Cielos de Samarcanda”, como uno de los asuntos fundamentales de la obra, está
la vida de Alberto Sánchez, uno de los artistas más importantes en aquella
España de los albores del siglo XX, desde su niñez en el barrio toledano de Las
Covachuelas hasta su muerte en el destierro de Moscú. En esta novela también
está su obra, sus principios éticos y estéticos de escultor del campo – él
quería levantar los surcos de la tierra, por eso muchas de sus obras están
arañadas, horadadas, como lo estaban los campos que él conoció; o rayadas con las mismas incisiones que
aprendió a hacer en su oficio de panadero-. También están sus anhelos, sus
sueños, sus inalteradas nostalgias de exiliado. Por eso a su hijo lo llamó
Alcaén, como la arcilla roja de Toledo, para preservar en él la memoria de la
tierra.