viernes, 30 de diciembre de 2016

PAREJA DE POBRES


Al ver este cuadro de Picasso, titulado "Pareja de pobres", he imaginado una historia (actual), en esta Navidad, para estos ojos de desolación:

Con el paro pertinaz y sus secuelas de ruina y pobreza, no pudieron evitar los impagos y el desahucio. Por eso tuvieron que aprender a transitar por las sendas de los mendigos, y a cobijarse en los edificios abandonados de las zonas más deterioradas y umbrosas de la ciudad vieja. El hambre y la desolación las aliviaban en un comedor social, donde bullían los pucheros de la lástima, para ofrecer raciones de sopa y humanidad a quienes la mala vida o el infortunio los habían arrumbado a la indigencia y a las cunetas del porvenir.

domingo, 30 de octubre de 2016

EL VIAJE DE LAURA

        
       EL VIAJE DE LAURA

      Sigues callada, Laura. Encerrada en tu silencio, y con esa tristeza que a veces te rebosa por la mirada siempre repleta de brillos y humedades.  
Aunque, cuando hemos llegado a la estación, se te ha escapado una sonrisa, al darte cuenta de que salíamos de viaje, en este autobús tan lujoso, tan distinto de aquel otro en que nos fuimos a Madrid los tres. ¡Qué jóvenes éramos entonces! ¡Y Miguel qué pequeñito! ¿Te acuerdas, Laura?

sábado, 28 de mayo de 2016

LA SONRISA DE AMIRA, PREMIADA EN EL CERTAMEN "MÉDICUS MUNDI", DE ASTURIAS

Ella sabía que se acercaba el final, la oscuridad definitiva en aquella intemperie africana luminosa e hiriente, donde los brillos ocres de la sed y la muerte reverberan de forma incesante.

miércoles, 20 de abril de 2016

TURNO DE NOCHE, RELATO GANADOR DE ALHAURÍN DE LA TORRE

Es el miedo, inspector; ese aliento frío y turbio que a veces nos anega de niebla y pánico, y entonces ya sólo sentimos un mero instinto de supervivencia, crecido, palpitando, agazapado como una alimaña, a la defensiva. Porque es ese instinto ciego el que actúa, el que lanza su zarpazo, o la dentellada mortal; mientras sólo percibimos su jadeo, y luego el espanto de la sangre.

domingo, 6 de marzo de 2016

ESTAMPAS DE LA CRISIS


Hicieron folletos con ilustraciones idílicas: imágenes de edificios rodeados de jardines edénicos y frondosos árboles, bajo los que paseaba una pareja feliz con sus dos niños –chico y chica- sonrosados, mientras observaban su casa bajo un cielo muy azul en el que se atisbaba un futuro de ensueño, repleto de armonía y clorofila. Luego, con la crisis, muchos de aquellos sueños sólo quedaron en tristes esqueletos grises de hormigón, ya inacabados, y en juicios y encarcelamientos para promotores sin escrúpulos y alcaldes untados que recalificaron terrenos en barbecho y principios éticos en erial.

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sábado, 5 de marzo de 2016

OTRAS "LLUVIAS AMARILLAS"

Desde que leí “La lluvia amarilla”, de Julio Llamazares, y estudié en la universidad geografía rural, la literatura del abandono, de los paisajes y de los pueblos deshabitados, ha estado muy presente en mis lecturas y en mi escritura. Por eso, con estas imágenes de Caudilla, un pueblo abandonado próximo a donde yo vivo, he rememorado algunos pasajes de esta literatura de la desolación, en la que a veces me adentro con interés y pasión.

EL FLUIR DE LA VIDA

Me acuerdo de las texturas, los colores y los olores de entonces. Recuerdo la tierra apisonada de las calles, siempre horadada, rayada, arañada, cuando jugábamos a los santos, a la pica, al calderón, a la trompa, al gua. Luego, cuando las calles se cubrieron de hormigón y asfalto, a la vez que los regueros de las lluvias, los charcos y el barro, desaparecieron aquellos juegos en la calle, sobre la tierra, que ahora, al ver la foto del pueblo durante aquellos años, evoco con una nostalgia tan vieja como mi vida misma.

RETRATOS: UN CUENTO DE NAVIDAD

Asomado a la ventana, veía las luces de la Navidad. También veía cómo el viento dejaba sobre el cristal briznas de hierba seca y temblores de hojarasca. 
Él conocía bien los aires de diciembre, su recuerdo lo tenía incrustado en su memoria vieja, después de tantos años trabajando en el campo. Lo nuevo era aquel aliento frío y denso de la soledad, que no cesaba de crecer desde que sus hijos lo dejaron con aquellas monjas de Santa Casilda, y que ahora, al ver cómo palpitaban en la calle las luces de la Navidad, aún arreciaba más.
Por eso se había colocado sobre las piernas una caja de cartón, en la que empezó a escarbar, entre los retratos que allí guardaba, ya amarillos, como hojas muertas. Para no sentirse tan solo.
Francisco de Paz Tante